Teoría etimológica de la conciencia
La conciencia desde la perspectiva de la teoría del conocimiento, en su consideración por tanto como categoría epistemológica, consiste en que la experiencia que el concepto que ella se hace de algo no se corresponde con su objeto. La conciencia anuncia la escisión de la relación sujeto/objeto. Es un modo de saber que objetiva la realidad considerándola ajena al sujeto que conoce. No es, por tanto, un modo de pensar, sino un conjunto de actividades en donde los objetos se experimentan como dados. Para la conciencia, las cosas son lo que de ellas sabemos, de ahí nace la certeza sobre ellas. El objeto no es otra cosa que es el saber que nosotros tenemos de él a través de la conciencia, es decir, lo que el objeto es para mi.
Al cambiar el objeto, cambia también la conciencia, cambia la conciencia del algo al cambiársele aquello a lo que está referida y sobre lo que ella versa. Así transcurre el mundo del sentido común, el mundo de la doxa, el mundo tal como viene poblado para la conciencia corriente, por lo general ilustrada también por datos aportados por la ciencia. Pero al cambiar tanto la conciencia como su objeto, cambian también las condiciones de correspondencia entre la nueva conciencia y su nuevo objeto. Los cambios de objeto y, por tanto, los correspondientes cambios de sujeto generan lo que Hegel llama una nueva figura de la conciencia, es decir, una nueva figura o forma de la relación sujeto-objeto, un cambio tanto en la estructura de la objetividad como de la subjetividad.
Conocimiento significa hacerse concepto de un objeto. Un conocimiento es verdadero cuando el concepto que nos hemos hecho de ese algo concuerda con su objeto, o cuando el objeto se corresponde con su concepto, es decir, cuando el objeto se corresponde con lo que está ahí incluso sin conocimiento. En otras palabras, cuando nuestro conocimiento atrapa lo absoluto. Hegel advierte que lo absoluto consiste en tomar las cosas en su verdad, en lo que son, en lo que las define, en sus propiedades distintivas, en lo que nos permite distinguirlas. Sólo entendemos las cosas si las entendemos desde aquello que las explica y a lo que se reducen. La verdad significa el hacernos concepto de lo que está ahí tal como lo está aunque no hubiera conocimiento. La odisea que la conciencia protagoniza en busca del en-sí, en busca de lo absoluto, acaba fracasando al hacer la conciencia la experiencia de que el en-sí que ella había atrapado se quedaba finalmente en un en-sí para ella, y no en un verdadero en-sí. La verdad se encuentra en el saber absoluto. Pensar en absoluto, es pensar mediante conceptos. En el absoluto las cosas se hacen concepto, es decir, se explican por sí mismas independientemente de la conciencia que de ellas se ha formado el sujeto. El mundo del concepto es el mundo del conocimiento, del saber absoluto.
Los ejemplos históricos y teóricos que se exponen a continuación muestran el distinto planteamiento epistemológico que deriva de partir de la experiencia de la conciencia o bien de los datos del conocimiento. Así, para la conciencia la revolución francesa consisitió en la destrucción del antiguo régimen y la caída de la monarquía absoluta con la proclamación de la república, mientras que desde el concepto, se trata del paso de una sociedad teocéntrica tradicional a una antropocéntrica moderna (libertad, fraternidad, igualdad, razón, Ilustración, Enciclopedia, laicismo …); desde el concepto, la revolución rusa es el levantamiento popular contra el zar y su poder autárquico y despótico (esclavitud, hambre, pobreza) que aprovechó un instrumento moderno de emancipación política y económica como la teoría de Marx para derrocarlo, pero no significó en absoluto la proclamación e instauración del socialismo y de su sociedad en el país (así no es e extrañar que ninguna de las tesis de Marx se cumpliera en esa revolución); la conciencia concibe la guerra de España como la sublevación militar contra la legalidad republicana, mientras que para el concepto fue más bien el escenario brutal de la confrontación entre concepciones del mundo antagónicas (nacionalcatolicismo, comunismo, anarquismo, fascismo, socialdemocracia …). en la que el principal enemigo fue la población civil y de ahí la brutal represión de posguerra. La transición política española, tan invocada internacionalmente, no fue el paso del franquismo a la democracia, sino el tránsito de la dictadura a la democracia despótica, ya que fue instaurada desde el poder y sus instancias, mediante el férreo control de los aparatos dirigentes de los partidos sobre la ciudadanía que impuso el principio hegeliano de la ternura común por las cosas. Asimismo, desde el lado del concepto, la teoría del valor de Marx muestra que no es el trabajo lo que no crea valor, sino únicamente el trabajo asalariado, es decir, el subsumido por el capital. Para la conciencia, la teoría física de la gravedad se reduce a que los objetos con masa caen debido a su peso, mientras que para el conocimiento, caen por la atracción de la fuerza de la gravedad que se manifiesta a través del peso. Para la conciencia, el rayo precede al trueno, mientras que para el concepto ambos son meteoros simultáneos. Para la conciencia, la modernización de España fue fruto del despegue del desarrollo económico con el lanzamiento del Plan de Estabilización de 1959 que marcó el fin de la autarquía, mientras que para el conocimiento, la modernización se inició con el cambio de conciencia que se produjo en el país, ante todo por el trasvase en masa de la población del campo a la ciudad, y después por la migración a Europa de gran número de trabajadores españoles y por la entrada del turismo internacional.
Son ejemplos y hechos históricos y teóricos que nos indican que estamos condenados a buscar la verdad allí donde, de entrada, sólo encontramos certeza. La certeza nos hace ver las cosas según lo que nosotros sabemos de ellas, se trata de un hecho epistemológico de conciencia. Mientras que la verdad, a través de los conceptos, nos muestra las cosas tal como son por sí mismas, no tal como aparecen en nuestra conciencia ya que son autónomas de ella. Encontrar la verdad exige un camino epistemológico de laborioso recorrido.
La conciencia desde la perspectiva de la teoría del conocimiento, en su consideración por tanto como categoría epistemológica, consiste en que la experiencia que el concepto que ella se hace de algo no se corresponde con su objeto. La conciencia anuncia la escisión de la relación sujeto/objeto. Es un modo de saber que objetiva la realidad considerándola ajena al sujeto que conoce. No es, por tanto, un modo de pensar, sino un conjunto de actividades en donde los objetos se experimentan como dados. Para la conciencia, las cosas son lo que de ellas sabemos, de ahí nace la certeza sobre ellas. El objeto no es otra cosa que es el saber que nosotros tenemos de él a través de la conciencia, es decir, lo que el objeto es para mi.
Al cambiar el objeto, cambia también la conciencia, cambia la conciencia del algo al cambiársele aquello a lo que está referida y sobre lo que ella versa. Así transcurre el mundo del sentido común, el mundo de la doxa, el mundo tal como viene poblado para la conciencia corriente, por lo general ilustrada también por datos aportados por la ciencia. Pero al cambiar tanto la conciencia como su objeto, cambian también las condiciones de correspondencia entre la nueva conciencia y su nuevo objeto. Los cambios de objeto y, por tanto, los correspondientes cambios de sujeto generan lo que Hegel llama una nueva figura de la conciencia, es decir, una nueva figura o forma de la relación sujeto-objeto, un cambio tanto en la estructura de la objetividad como de la subjetividad.
Conocimiento significa hacerse concepto de un objeto. Un conocimiento es verdadero cuando el concepto que nos hemos hecho de ese algo concuerda con su objeto, o cuando el objeto se corresponde con su concepto, es decir, cuando el objeto se corresponde con lo que está ahí incluso sin conocimiento. En otras palabras, cuando nuestro conocimiento atrapa lo absoluto. Hegel advierte que lo absoluto consiste en tomar las cosas en su verdad, en lo que son, en lo que las define, en sus propiedades distintivas, en lo que nos permite distinguirlas. Sólo entendemos las cosas si las entendemos desde aquello que las explica y a lo que se reducen. La verdad significa el hacernos concepto de lo que está ahí tal como lo está aunque no hubiera conocimiento. La odisea que la conciencia protagoniza en busca del en-sí, en busca de lo absoluto, acaba fracasando al hacer la conciencia la experiencia de que el en-sí que ella había atrapado se quedaba finalmente en un en-sí para ella, y no en un verdadero en-sí. La verdad se encuentra en el saber absoluto. Pensar en absoluto, es pensar mediante conceptos. En el absoluto las cosas se hacen concepto, es decir, se explican por sí mismas independientemente de la conciencia que de ellas se ha formado el sujeto. El mundo del concepto es el mundo del conocimiento, del saber absoluto.
Los ejemplos históricos y teóricos que se exponen a continuación muestran el distinto planteamiento epistemológico que deriva de partir de la experiencia de la conciencia o bien de los datos del conocimiento. Así, para la conciencia la revolución francesa consisitió en la destrucción del antiguo régimen y la caída de la monarquía absoluta con la proclamación de la república, mientras que desde el concepto, se trata del paso de una sociedad teocéntrica tradicional a una antropocéntrica moderna (libertad, fraternidad, igualdad, razón, Ilustración, Enciclopedia, laicismo …); desde el concepto, la revolución rusa es el levantamiento popular contra el zar y su poder autárquico y despótico (esclavitud, hambre, pobreza) que aprovechó un instrumento moderno de emancipación política y económica como la teoría de Marx para derrocarlo, pero no significó en absoluto la proclamación e instauración del socialismo y de su sociedad en el país (así no es e extrañar que ninguna de las tesis de Marx se cumpliera en esa revolución); la conciencia concibe la guerra de España como la sublevación militar contra la legalidad republicana, mientras que para el concepto fue más bien el escenario brutal de la confrontación entre concepciones del mundo antagónicas (nacionalcatolicismo, comunismo, anarquismo, fascismo, socialdemocracia …). en la que el principal enemigo fue la población civil y de ahí la brutal represión de posguerra. La transición política española, tan invocada internacionalmente, no fue el paso del franquismo a la democracia, sino el tránsito de la dictadura a la democracia despótica, ya que fue instaurada desde el poder y sus instancias, mediante el férreo control de los aparatos dirigentes de los partidos sobre la ciudadanía que impuso el principio hegeliano de la ternura común por las cosas. Asimismo, desde el lado del concepto, la teoría del valor de Marx muestra que no es el trabajo lo que no crea valor, sino únicamente el trabajo asalariado, es decir, el subsumido por el capital. Para la conciencia, la teoría física de la gravedad se reduce a que los objetos con masa caen debido a su peso, mientras que para el conocimiento, caen por la atracción de la fuerza de la gravedad que se manifiesta a través del peso. Para la conciencia, el rayo precede al trueno, mientras que para el concepto ambos son meteoros simultáneos. Para la conciencia, la modernización de España fue fruto del despegue del desarrollo económico con el lanzamiento del Plan de Estabilización de 1959 que marcó el fin de la autarquía, mientras que para el conocimiento, la modernización se inició con el cambio de conciencia que se produjo en el país, ante todo por el trasvase en masa de la población del campo a la ciudad, y después por la migración a Europa de gran número de trabajadores españoles y por la entrada del turismo internacional.
Son ejemplos y hechos históricos y teóricos que nos indican que estamos condenados a buscar la verdad allí donde, de entrada, sólo encontramos certeza. La certeza nos hace ver las cosas según lo que nosotros sabemos de ellas, se trata de un hecho epistemológico de conciencia. Mientras que la verdad, a través de los conceptos, nos muestra las cosas tal como son por sí mismas, no tal como aparecen en nuestra conciencia ya que son autónomas de ella. Encontrar la verdad exige un camino epistemológico de laborioso recorrido.
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